top of page

¿Sólo a mí me falta la clave para vivir una vida feliz?

  • Foto del escritor: Cyndi Viscellino Huergo
    Cyndi Viscellino Huergo
  • 11 oct 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 15 oct 2019

Ayúdenme aquí, por favor. Estoy perdida. Hace ya un tiempo.


Abro mi celular y me encuentro con mis redes ya activas. Hago un respaso rápido para informarme un poco sobre cómo va el mundo, literalmente hablando. Aunque también me informo de cómo va el mundo un poco más pequeño, el que me circunda, el de la gente que conozco. Bueno, que conozco mayormente. Hay otras personas que ni siquiera he visto cara a cara pero de quién, si no soy cuidadosa, tengo la ilusión de conocer por su actividad virtual.


Sin embargo, no sólo me informo. Me sobreinformo. Muchas personas y grupos me dicen que no estaré realizada ni me encontraré a mí misma si no viajo. O si no vivo la vida disfrutando cada instante, lentamente. O si no me animo a llevar adelante mi propio emprendimiento "arriesgándome", "fluyendo", "soltando". O si no dispongo de mi tiempo para meditar, hacer yoga, dedicarme a mis hobbies, estar atenta con la energía que emite la retrogradación de Mercurio o encontrar un trabajo que ame tan profundamente que "ya no trabajaré más un sólo día de mi vida".


"La vida es para el que es leal a sí mismo", "sólo cuando nos conocemos de verdad logramos la felicidad", "quien se anima a visitar sus sombras se iluminará".

Sí. Sí. Y sí. Es todo cierto.

Pero a veces me siento abrumada.


Todo el mundo parece saber cómo vivir la vida, menos yo.


Estoy en proceso terapéutico formal desde hace once años. Ininterrumpidos. Semanales.

Antes de este período y algunos eones atrás también estuve en una breve terapia cognitivo-conductual y gestáltica que me ayudó a salir de una crisis emergente paralizante. He hecho y hago terapia por necesidad y también para ir desarrollándome personalmente. He transitado terapias convencionales, no convencionales; terapias alternativas y no alternativas, novedosas y ancestrales; terapias viejas, terapias nuevas; terapias con y sin medicinas, con y sin drogas prescriptas, con y sin remedios. Tengo capacitaciones, entrenamiento y experiencia en gran parte de todo lo mencionado y otras cosas más no mencionadas. Sé y conozco bastante más de lo que muestro y digo.


Y aún así hay días como el de hoy que siento que todo el mundo parece saber cómo vivir la vida, menos yo.


Todo aquello que aprendí y aprendo de múltiples fuentes, mis exploraciones por áreas diversas, mis años de terapia han sido de una transformación personal enorme. No soy, ni por aproximación, la misma persona que era hace once años atrás. ¿Qué digo? ¡No soy, ni por aproximación, la misma persona que la semana pasada! Y no lo digo como frase cliché, aunque así pueda sonar. Lo que sí puedo decirles es que todas las frases bonitas que leo, esas que son ciertas y certeras, a mí me están llevando toda la vida hacerlas carne.


La mayoría de las teorías con las que entré y entro en contacto las voy corroborando o descartando por comprobación empírica.


También me encuentro transitando muchas de esas terapias asignándole al terapeuta una llave a una revelación que siento no poseer, una autoridad y una sabiduría de la que, a veces, me creo carente.


Paradójicamente, como terapeuta*, me gusta tratar de ser la persona que pueda dar una mano para que el/la consultante re-descubra su llave, su clave, su sabiduría infinita. Tengo el privilegio de ser testigo de revelaciones asombrosas, transformaciones llenas de magia, sanaciones de heridas sangrantes por años. Veo maravillada frente a mí cómo las personas que me otorgan el honor de su confianza, (me) abren las puertas a sus lugares sagrados, sus santuarios secretos donde ocurre todo el encantamiento.


Ayer, como en los dos últimos años, he vuelto a vivir en primera persona la fascinación de estar encontrando mi propia contraseña frente a un terapeuta que ha tenido la habilidad pero sobre todo la humanidad de recordarme, con sus actitudes y forma de ser, que soy la propietaria de mi camino y la creadora de mi ruta de acceso a mi universo. Ya no lo busco para que me enseñe -instruyéndome- cómo seguir o cómo acceder a mí misma sino para que me enseñe -dejando aparecer- aquello en mí que tanto me cuesta permitirme ver.


Ayer también he vuelto a vivir en primera persona el encanto de ser testigo de cómo un par de consultantes abrieron con sus contraseñas reveladas sus santuarios.


Bendición de una tarea que renueva mi confianza en los procesos pero, por sobre todo, en las personas.


Entonces observo que hay días como el de hoy que siento que todo el mundo parece saber cómo vivir la vida, menos yo. Hasta que, con la ayuda de mi terapeuta, mis cosultantes y Ustedes hago este ejercicio de meditación personal que consiste en contarles cómo estoy y ¡voilá! la magia aparece.


Tal vez esto sea, para mí, vivir la vida.


GRACIAS.


Cyndi Viscellino Huergo © 2019 Todos los derechos reservados


*terapeuta: del griego therapeutes compuesta con el verbo therapeuein = cuidar, atender, aliviar y el sufijo -tes = agente.

En sánscrito significa "aquel que sigue el camino de la sabiduría".

Los invito a sacar sus propias conclusiones.


Arte: Karin Jurick


ree



Comentarios


Publicar: Blog2_Post

Empath©

Formulario de suscripción

¡Gracias por tu mensaje!

  • Instagram
  • Facebook
  • Twitter

©2019 by Proyecto Empatía. Proudly created with Wix.com

bottom of page