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Inalcanzablemente tangible

  • Foto del escritor: Cyndi Viscellino Huergo
    Cyndi Viscellino Huergo
  • 12 nov 2019
  • 3 Min. de lectura

Inspirarse parece un estado mediúmnico inalcanzable. Rechaza lo estándar, apela a la originalidad esquiva que no es.


"¿Original? Original es jugársela hasta el pescuezo y hacerse cargo".

Parece una proposición imposible en estos días.


Los estertores de la entrañas le impiden escucharse. ¿O son esos estertores los sonidos a escuchar, las claves que abren las puertas a la metáfora que es su vida? Sabe que lo importante no son las respuestas sino las preguntas.


Y entender. Entender con esas mismas entrañas que rugen de hambre de ser.


Se para frente al inesperado espejo que le espeja lo innombrable, lo que habla en lenguaje extraño e indescifrable. Indescifrable hasta ahora. Se le antoja extraña la manera en que la decodificación se presenta. Inimaginable.


La capacidad de asombro está intacta, comprueba. Y celebra.


Pero mirarse de frente no es fácil. Ver el reflejo de sus monstruos y sus sombras aturden sus sentidos y disparan emociones encontradas con la instensidad de una detonación precisa al centro de su mundo.


Con la luz enceguecedora de cada explosión es imposible no ver lo oculto.

Justo hoy, que no trae sus antojos de sol.


Los destellos proponen -y recuerdan- que iluminar requiere de una acción en consecuencia. Elegir que los monstruos permanezcan en la oscuridad demanda de una venda vountaria a los ojos que ya los han visto. Y esa opción la vive como un acto de cobardía.


Y se considera valiente.

Y prudente.

"Los actos de valentía no siempre tienen que ser impulsivos", se dice. "O reactivos. O apresurados. O visibles. Aquel que conquista a lo largo del tiempo los terruños tomados por invasores también lo hace en actos de valentía de precisa estrategia y cuidadosa redención. Aunque más estridentemente, es cierto".


Inspirarse parece un acto mediúmnico inalcanzable. No sabe si inspirar la vida es lo que le ocasiona el dolor en el medio del pecho o si es la inelasticidad de sus costillas contenedoras de hisotrias infinitas de pasado y de futuro. En un bucle sin principio ni fin, se detiene en el nivel que le recuerda que la conexión real está dada por el centro gravitacional de su existencia. Es, mientras pueda verse en ese espejo. Al fin de cuentas, no es más que la proyección arrojada a la estancia global de su humanidad. Allí toma forma, se visualiza, se define continuamente.


Allí es, a su vez, imagen especular de la humanidad con la que se cruza.


Inspira profundo. "Irónico", piensa, "que inspirar parezca un acto mediúmnico inalcanzable."


Observa su pensamiento y repara que su mundo, su realidad, es su creación. La de su interior proyectada a través de todos sus sentidos. Tal vez sí sea médium. Tal vez es sólo canal entre lo que imagina y lo que cree percibir de la imaginación proyectada de otros seres.


Adentro y afuera. De pronto se da cuenta: no necesita alcanzar aquello que ya es.


Inspirar-se. La reflexión que devuelve, por definición, aquello que arroja al centro lo arrojado. Espejarse es lo más desafiante de todo porque apela al uso de su libertad, de su poder y de su responsabilidad.


Sentir su libertad es atronador. Sospecha que esos truenos son los ruidos de sus entrañas, las que rugen su existencia indivisible de aquel otro que le muestra sus sombras.

¡Y qué poderosos son sus truenos!


Ahora necesita ver cómo los ruge. Para no asustar. Para no dañar. Para no hacer peligrar lo logrado. He aquí su consciente responsabilidad.


"Inspirar-se parece un acto mediúmnico inalcanzable.

Y lo es.

Inspirar-se es ser, cabalmente.

Inspirarse es alcanzar lo que ya es.

Inspirarse es ser."


Cyndi Viscellino Huergo © 2019 Todos los derechos reservados



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Imagen: La Via Láctea sobre el Salar de Uyuni. Jheison Huerta.

Foto premiada como "Fotografía astronómica del día", NASA.


 
 
 

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